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SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

XIII

LOS SOCIALISTAS Y LAS COLONIAS

(Battaglia Comunista, nº 15 del 13 al 20 de abril de 1949)

Traducido por Partido Comunista Internacional

“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

 

 

 

AYER

Las empresas coloniales de la Italia burguesa, llegada a este campo la última entre los poderes capitalistas, han tenido siempre violentos reflejos en la política interna del país y han planteado conflictos entre los partidos, hecho que en otros estados de más potente industrialismo productivo no se ha verificado tan netamente. Pero no es el análisis económico y social del imperialismo moderno lo que queremos seguir aquí.

Las primeras armas de los ultramaristas [1] italianos se hicieron hacia el 1880 con concesiones de bases en el Mar Rojo por parte de otras potencias, y los primeros hechos militares con fuerte sabor agrio se produjeron en el 1886-87 cuando se vio en Dogali[2] y otros lugares que los abisinios[3] eran belicosos y estaban modernamente pertrechados por industrias europeas, y por tanto para tener colonias se necesitaban expediciones armadas y tributos de dinero y de sangre.

El nombre de Crispi prevalece entre los precursores de tales empresas y está ligado a la primera guerra contra el Negus[4] abisinio con el grave revés de Adua. Mientras las burguesías extranjeras se complacían del desastre y los magazines ilustrados de Londres y París mostraban en amplias páginas a color a los ascaris[5] a la fuga retenidos sin éxito con el arma en la mano en Amba Alagi por los oficiales italianos, las corrientes de izquierda de la política interna se sublevaron violentamente contra Crispi y las veleidades de Umberto de coronarse emperador, y exigieron sin reservas el abandono de Eritrea. “¡Fuera de África!” fue desde entonces el grito de guerra, pero cabe señalar que no fue lanzado solo por los partidos obreros y por los socialistas. Republicanos radicales y demócratas de izquierda participaron en la lucha, y ésta culminó fuera del parlamento con las jornadas de revuelta del 1898, con las represiones de Pelloux y el estado de sitio, con los juicios políticos a socialistas y demócratas, mientras con los Turati y los Cavallotti estaba incluso el conocido sacerdote don Albertario, y finalmente con la caída de los ministerios de derecha y la nueva política izquierdista de la monarquía saboyana, sobre todo después de que en el 1900 Umberto cayó en Monza bajo los tiroteos de Bresci[6] que se decía salieron de los sangrientos campos di Adua.

Con Giolitti en 1911 renacieron las pretensiones coloniales africanas, mientras un nuevo partido hacía de ellas su bandera abierta, el nacionalista, directamente ligado a la industria pesada. Derrotada Turquía en la guerra balcánica fue fácil atacarla y desembarcar en Tripoli, pero también aquí el proyecto se reveló duro y costoso, y algunos batallones de bersaglieri[7] fueron masacrados por los árabes, siempre bien pertrechados de armas europeas de países aliados o cortejeadores con la hábil diplomacia itálica, en-Shar al-Shatt[8]. Tomado el consejo de los hermanos imperialistas mayores, el libre, parlamentario y “prefascista” régimen de Roma alzó famosas horcas en la Plaza del Pan en Tripoli, considerando a los árabes que se oponían a la ocupación como rebeldes “irregulares” y por tanto traidores. La técnica del consejo era excelente: el combatiente musulmán cree que el alma del muerto en batalla sale de la herida y es acogida directamente por Alá, y por tanto combate con fanatismo: si el alma es obligada a salir por otra vía, Alá la considera despreciable y la rechaza; de aquí el inteligente procedimiento de la soga al cuello.

Pasemos a otra cosa: Togliatti después de largas búsquedas ha llegado a la ecuación: democracia = guerra; llegará a la otra: democracia = horca; que por un centenar de años se procura demostrar a sabiondos del estilo. Un periodo estudiantil discreto.

En Italia una nueva y más potente oposición se alzó contra la política giolittiana y nacionalista de África. El partido socialista se arrojó a ella compactamente, con la única deserción del célebre especialista en antipapismo Podrecca, y de algunos independientes como Labriola, empeñados en demostrar la tesis “marxista” del capitalismo que colonizando el mundo difunde las premisas del socialismo obrero. Aunque también en tal ocasión hay que señalar que además de la neta oposición de clase proletaria – se comenzó entonces a hablar más de Mussolini, prisionero por los artículos antitripolescos de la Lotta di Classe (Lucha de Clase) de Forlì – hubieron fuertes resistencias en los partidos democráticos, republicanos intransigentes y radicales; opositor ferocísimo también por motivos técnicos fue el economista gruñón siciliano Napoleone Colajanni, y con él tantos otros no sujetos a Giolitti y contrarios a la influencia de los sidero-nacionalistas (padres espirituales del fascismo posterior).

Llegó la guerra europea (cada vez que a la Italietta [9] vienen excitaciones africanas rugen los truenos de la tempestad general) y durante y después de ésta el mantener las posiciones conquistadas en África requirió sacrificios ingentes de hombres y de medios; los italianos, en los años de guerra europea, estaban reducidos casi a la costa septentrional por las ofensivas senusíes[10]. Los socialistas no cesaron nunca, en la aversión a la guerra de las naciones, de combatir y de burlarse incluso de las pretensiones imperiales de la Italia burguesa y poner de relieve que entre otras cosas éstas traían a la clase obrera, incluso contingentemente, mayor miseria.

No es necesario recordar que por el contrario uno de los puntos centrales de la política del fascismo, que se afirmó no sólo contra los partidos obreros sino también en detrimento de toda la “democracia” italiana, fue el colonialismo con gran estilo. Dicha política culminó en la conquista del imperio abisinio con la victoriosa campaña 1935-36.

La democracia internacional e italiana gritó y sancionó fieramente, y todos los antifascistas italianos de cualquier color tienen el deber de considerarse firmantes de una letra de cambio al prófugo Haile Selassie sobre la línea del clásico ¡Fuera de África! La verdad es que en el momento de la gran payasada de los cuellos mortales, y sin prever los sucesivos potentes golpes, nueve italianos y medio sobre diez aplaudían al duce fundador del imperio, luego nueve y tres cuartos lo han negado ferozmente, y hoy nueve y un cuarto recuerdan con nostalgia si no el duce, la situación de aquel tiempo, ello sobre todo si nos referimos al inefable estrato medio donde se van a lanzar las nuevas grandes campañas por la libertad de los Pueblos.

 

HOY

Apuntando, como único recurso para echar a Mussolini y abrir una sucesión al poder a los ayunadores del ventenio, a hacer perder la guerra de 1940, estaba claro que en el precio pagado entraban las colonias. Completamente lógico era sostener, en base a la tradición del partido socialista, e incluso de la democracia avanzada, que esto para el proletariado italiano era otro “buen negocio”. No menos coherente era para el comunismo soviético apoyar la renuncia a las colonias, siendo una parte integrante de su programa político la lucha por liberar a los pueblos de color de los opresores europeos. Ahora no nos centraremos marxistamente en todo esto, sino que seguiremos viendo las consignas de los otros. “¡Ay, Agnel, cómo estás cambiando!”[11] Incluso un antifascista no contrario al colonialismo debería entender que cuando se pierde por completo la guerra imperialista, cuyo contenido es la disputa por los mercados de más allá de los mares, las colonias se van a freír espárragos. Alemania dijo en 1914, lo que repitió con Italia y Japón en el 1939: que en relación con sus posibilidades productivas, con su población y con el reparto de los continentes atrasados en curso había una descompensación muy fuerte. Tesis, fortísimos señores en concretismo, sagradamente exacta. Como respuesta después de haberla vencido le quitaron toda colonia. Entonces, quien no era del todo tonto debía saber que la política de pedir ejércitos extranjeros contra la milicia fascista, considerada políticamente también ésta como un ejército extranjero y peor, comportaba el intercambio de las colonias italianas.

El espectáculo que ofrece hoy el oportunismo de los partidos antifascistas y postfascistas italianos es también para este problema verdaderamente sugerente. Todos quieren las colonias. En efecto, a todos les importa un comino porque se trata de grupos intrigantes que no saben querer más allá de la propia influencia y éxito y la protección de los patrones exteriores más fuertes que ellos a los que sirven. Son del todo incapaces de establecer por vía administrativa o “técnica” como todos los otros también este problema: las eventuales ventajas para el estado italiano en la gestión de las colonias de África – problema que se resuelve, planteándolo correctamente, en el sentido que el estado italiano es la colonia de otro y cualquier ventaja para éste o como reflejo para las clases sociales internas no sale del cuadro del control exterior, tenga o no las colonias. No es la fórmula jurídica la que cuenta, sino el manejo de la llave de las fuerzas ya sean militares o comerciales.

Lo que interesa a los grupos de nuestros politicastros, a los fines del servicio al que son adeptos es el poder demagógicamente revertir sobre los adversarios la culpa, la responsabilidad, el fracaso de la pérdida de las colonias, donde como hemos dicho está muy claro que – si de culpa se trata – ésta era una responsabilidad ya descontada y paralela para todos ellos. Como está bien claro que si compiten en formar parte todos de la tradición de la democracia italiana deberían llamarse todos antiafricanos.

Por el contrario, tienen la boca llena de esa abstracción vacía que es Italia o el Pueblo Italiano, creyendo, después de tantas malas palabras dichas al nacionalismo directamente desarrollado en el fascismo, que en el gran público haya todavía hoy una sensibilidad tricolor genérica directa, se preocupan por poder trabajar contra la popularidad del grupo extranjero adverso demostrando que le ha quitado las colonias a nuestro país.

La misma comedia se hizo por las naves de guerra repartidas entre los vencedores en el tratado de paz. La historia cuenta poco para todos ellos. El vencido querría que le dejasen las armas como premio por haber demostrado saber traicionar y cambiar de bandera. Pero es justo en este caso que al vencedor le importa no hacer de aquél un aliado armado.

Para deshacernos de Él debemos pagar una larga cuenta, dado que era una necesidad tan sentida: en la cuenta quedan bien los dreadnoughts[12] de 35 mil toneladas como nuevos, así debe razonar el italiano nacional y por lo tanto burgués: bien entendido a los trabajadores les debe dar igual Él y Ellos.

Quizás el tipo más indigerible de todo el antifascismo, un conde con algunas bolas falsas y un dragomán [13] con gorro frigio, el Sforza, está dispuesto a demostrar que la culpa de la no devolución a Italia de las Colonias recae sobre los rusos. En su alta competencia, rebate la solicitud de transferencia de Eritrea a Etiopía haciendo la observación etnográfica de que los eritreos son "de una raza diferente" a los amharas. De hecho, la ciencia ha constatado claras coincidencias de los dialectos de Keren y de Asmara con los de Frascati y Torre Pellice, y por tanto para el derecho de las gentes a los eritreos les conviene ser italianos y no etíopes... Los estalinistas entonces, en lugar de decir que dándonos las colonias harían la enésima negación de los principios proclamados, no se preocupan de otra cosa que de establecer que son los ingleses o los americanos quienes se las deniegan.

Los periodistas comunistas-italianos no encuentran nada mejor que ilustrar que Rusia se opone a la división de nuestras colonias. Ya, pero es una división que dejaría también una tajada a Italia, aunque sea una tajada “prefascista” y por tanto en su momento conquistada como han conquistado nuestras ciudades de la costa: con caramelos.

Gromyko ha sido más directo. Ante todo quiere que todas las colonias en diez años sean independientes dejando pues a Italia sin ninguna colonia. Pero en sustancia dice que en Libia y Cirenaica, tan prefascistas como queráis, habrá excelentes bases militares atlánticas y por tanto también rusas. Para estos fines él sabe bien que teniéndolas una Italia armada por los atlánticos Rusia está jodida. Con razón se opone. La demagogia se la deja a los sirvientes. Alabado sea Alá.

 

[1] N.d.T. oltremaristi, utilizado para indicar a los colonialistas italianos en las colonias de ultramar, en África.

[2] N.d.T Se refiere a la batalla de Dogali (en la actual Eritrea), en la que el ejército italiano fue derrotado en 1877 por Etiopía.

[3] N.d.T. Actual Etiopía, excolonia italiana.

[4] N.d.T. Emperador de Abisinia, actual Etiopía.

[5] N.d.T. Militar eritreo del África Oriental italiana.

[6] N.d.T. Anarquista italiano que liquidó a Umberto I en Monza con cuatro disparos de revólver.

[7] N.d.T. Cuerpo especial de la infantería italiana.

[8] N.d.T. Masacre de italianos a las afueras de Tripoli (1911).

[9] De la versión en italiano. Pequeña Italia.

[10] Orden religiosa fundada en La Meca en 1837 y extendida por Libia, Chad, Sudán, Níger y Egipto.

[11] N.d.T. Cita del capítulo del Infierno de la Divina Comedia.

[12] Acorazados monocalibre, fueron el tipo predominante de acorazado durante el siglo XX.

[13] Denominación europea de los intérpretes entre los europeos y los pueblos (de lengua árabe, turca y persa) de Oriente.

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