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SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

 XII

MARXISMO O PARTISANISMO

 

(Battaglia Comunista, nº 14 del 6 al 13 de abril de 1949)

Traducido por Partido Comunista Internacional

“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

 

 

AYER

En el tiempo de la revolución burguesa las fuerzas de vanguardia de la clase que llegaba al poder tuvieron su internacionalismo, y sobre todo en el periodo incendiado de 1848 – cuando, por otro lado, ya estaba bien presente la clase obrera – las insurrecciones se sucedieron de forma arrolladora de una a otra capital de Europa. Los demócratas burgueses revolucionarios de las varias nacionalidades estrecharon frecuentes contactos, se proporcionaron apoyos armados eficaces, y no faltaron las elaboraciones teóricas de un movimiento europeo y mundial de la democracia burguesa. Baste recordar la Joven Europa de Mazzini paralela a la Joven Italia y el extenso empleo de la mística patriótica y nacional.

Característico medio de lucha de este periodo de la conquista del mundo por parte de la burguesía fue la conspiración de sociedades secretas y la participación mediante expediciones armadas, de legiones de voluntarios organizados más allá y dentro de la frontera, en las luchas que explotaban en los varios países, en su mayoría bajo la forma de guerras de independencia.

Es fundamental que, desde hace un siglo, a este modo de llevar a cabo la lucha revolucionaria propia de la época burguesa los primeros grupos de obreros y de socialistas encaminados hacia la concepción marxista de clase contrapusieron una decidida crítica y un muy diferente tipo de organización y de lucha. Bastará releer la nota de Engels sobre la historia de la Liga de los comunistas premisa a las revelaciones de Marx sobre el proceso de Colonia del 1852. Los comunistas en 1848 en pleno periodo revolucionario estaban muy convencidos de que era de suma importancia para el proletariado la derrota de la reacción feudal en los varios países, y por otra parte no dejaron de esperar injertar en las revoluciones de París, de Berlín y de las otras capitales el asalto de la clase obrera a la burguesía por la conquista del poder. Sin embargo, ellos también en circulares de partido denunciaban claramente el método legionario y “partisano” de los extremistas democráticos. “(…) había por aquel entonces (marzo de 1848) la manía de las legiones revolucionarias. Españoles, italianos, belgas, holandeses, polacos, alemanes se juntaban en legiones para ir a libertar sus respectivas patrias. (…) Y como, inmediatamente después de la revolución, los obreros extranjeros, además de quedarse sin trabajo, se veían acosados por el público, acudían en gran número a las legiones. (…) Nosotros nos opusimos con la mayor energía a este intento de jugar a la revolución. (…) Fundamos un club comunista alemán, en el que aconsejamos a los obreros que se mantuvieran al margen de la legión y retornaran individualmente a su país, para actuar allí a favor del movimiento”.[1]

A la oleada de crisis y de lucha del 1848 le sucede un periodo de consolidación de la economía burguesa y de pausa en las luchas políticas. La reacción feudal se ilusionaba con haber vencido políticamente, pero en un análisis del 1850 Marx hacía notar que “la base de las relaciones sociales es, por el momento, tan segura y —cosa que la reacción ignora— tan burguesa. Contra ella rebotarán todos los intentos de la reacción por contener el desarrollo burgués, así como toda la indignación moral y todas las proclamas entusiastas de los demócratas”[2]. Y Engels también hace notar: “Pero esta manera fría de apreciar la situación era para mucha gente una herejía en aquellos momentos en que Ledru-Rollin, Luis Blanc, Mazzini, Kossuth y otros (…), se reunían en Londres para formar a montones los gobiernos provisionales del porvenir, no sólo para sus países respectivos, sino para toda Europa, y en que sólo faltaba recibir de los Estados Unidos el dinero necesario, a título de empréstitos revolucionarios, para llevar a cabo, en un abrir y cerrar de ojos, la revolución europea, y con ella, naturalmente, la instauración de las correspondientes repúblicas.”[3] El cierre de este escrito de Engels, que data del 1885, es el clásico recuerdo y homenaje a la gigantesca potencia de la concepción revolucionaria de la historia debida a Marx.

Esto es suficiente como para establecer que al método legionario partisano profuguista y místico de la revolución burguesa la revolución obrera le contrapone uno bien diferente, el de la organización en partido de clase territorialmente presente allá donde el capital explota a sus esclavos asalariados, partido único para todos los países porque no se organiza sobre la premisa del reconocimiento de los estados nacionales y de las constituciones populares, partido en lucha imparable contra las vigentes instituciones burguesas tanto en la teoría como en la batalla práctica.

El método demoburgués o partisanesco para el que todo movimiento contra el orden vigente en un país no se ve capaz de ponerse en pie si no se funda sobre el apoyo de un régimen de más allá de la frontera del que obtener armas y ayudas y en caso de derrota refugio para soliloquios de inspirados y para gobiernos fantoches, no ha cesado nunca de entorpecer con sus seducciones corruptoras la construcción del movimiento proletario clasista mundial.

La tradición literaria italiana posee el famoso fragmento de Carducci[4] sobre los jóvenes, primavera sagrada de Italia, que vengaron Roma y Mentana[5] cayendo victoriosos sobre la gentil tierra de Francia. En la guerra franco prusiana de 1870, incluso siendo muy opinable si la democracia moderna avanzaba con las bayonetas de Moltke[6] o con las de Napoleón pequeño, los garibaldinos italianos fueron como legión voluntaria a Dijon[7] donde infligieron a los prusianos una victoria táctica secundaria.

Cuando se trató de consolidar la crítica socialista al nacionalismo y al patriotismo no poco fastidio dieron los episodios legionarios de la guerra de liberación griega contra los turcos a finales del siglo. Nos gritaron en las polémicas que en Damokos[8] con los demócratas de todos los países también estaban los anarquistas, y explicamos tantas veces con paciencia que no considerábamos a los anarquistas como un modelo revolucionario de izquierda para los marxistas.

En la guerra de 1914 se puede pensar que el hecho dominante no fue una elección de los “demócratas” de todo el mundo por una de las dos partes. En Austria y Alemania los socialistas como los de cualquier otro partido parlamentario de izquierda fueron con el régimen y con la guerra. Estábamos ya con el tipo de guerra moderna, imperialista, general en todo el mundo capitalista. Había un régimen reaccionario y feudal en danza, Rusia, pero mira por donde estaba en el campo de las grandes democracias de occidente, las que siempre han incubado en su generoso seno los partisanismos de la libertad. No pudieron soñar en Londres y en París en organizar legiones contra el aliado Zar, seriamente comprometido en echarse a la espalda los golpes de ariete de los ejércitos del Káiser. Pero la revolución rusa estalló igualmente. No es necesario recordar la posición de Lenin y de los bolcheviques frente a los diferentes grupos oportunistas de emigrados rusos democráticos y socialistoides, en la teoría es la misma de Marx respecto al mazzinianismo y al kossuthismo, en la práctica finalmente los echó a todos, en el mismo saco que los zaristas y los burgueses.

 

HOY

Donde el partisanismo dio las mayores pruebas de su ruinosa reedición de este siglo fue en la guerra civil española. De legionarismo en la gran guerra tuvimos una producción en Italia, con los dannunzianos. Hecho que para el análisis marxista se liga con las vastas exigencias del militarismo profesional determinado por las guerras modernas especialmente en las capas medias, y que conduce directamente a muchas de las formas propias del totalitarismo fascista.

Vimos en España los dos legionarismos, rojo y negro, que tomaron ambos formas partisanas; es decir la de cuerpos militares sostenidos y mantenidos con la técnica moderna y con la relativa carga de gastos, sin que los Estados comparecieran de modo oficial, véase como ejemplo de una parte a Rusia, y de la otra a Italia.

Parecía el choque de dos mundos, pero todo terminó con una operación de la policía complacientemente sostenida por los grandes emporios de la democracia occidental, y con ambiguo posicionamiento de Moscú, pero con grave devastación del movimiento revolucionario internacional, devastación ideológica, organizativa y sacrificio de hombres válidos y audaces, todo por el interés y ventaja del capitalismo.

Todo esto condujo directamente a la situación derrotista, desde el punto del proletariado, de la segunda guerra mundial. Mientras después de la primera todo el esfuerzo del movimiento apoyado en la victoria comunista en Rusia había sido llevado sobre la formación del partido de clase internacional que se levantaba amenazante contra la burguesía de todos los países, los estalinistas liquidaron el posicionamiento clasista y de partido y junto a cientos de partidos pequeño-burgueses redirigieron todas las fuerzas que desgraciadamente controlaban hacia el movimiento de tipo legionario.

Los militantes revolucionarios se transformaron en aventureros de tipo estándar poco diferente del fascista de los primeros tiempos; en lugar de hombres de partido, guardianes de la dirección marxista y de la firme y autónoma organización de los partidos y de la Internacional, se convirtieron en caporales generales y coroneles de opereta. Destruyeron la orientación de clase del proletariado haciéndolo pavorosamente retroceder al menos un siglo, y llamaron a todo esto progresismo. Convencieron a los obreros de Francia, de Italia y de todos los demás países, que la lucha de clase, ofensiva por su naturaleza, con carácter de iniciativa deliberada y declarada, se concretaba en un defensismo, en una resistencia, en una inútil y sangrienta hemorragia contra las fuerzas organizadas capitalistas que no fueron superadas y expulsadas más que por otras fuerzas no menos regulares y no menos capitalistas, mientras el método adoptado impidió absolutamente inserir en el traspaso un intento de ataque autónomo de las fuerzas obreras. La historia demostrará que tales tentativas no faltaron, como la de Varsovia durante la cual los soviéticos esperaron a pocos kilómetros impasibles a que el ejército alemán reinstaurase el clásico orden, pero fueron tentativas condenadas por el desvío demopartisanesco de las energías de clase.

En el difícil camino de la clase trabajadora socialista la degeneración oportunista de 1914-18, batida victoriosamente por el bolchevismo, o sea por el marxismo en su verdadera concepción, equivale a la degeneración partisanesca del 1939-1945.

En la primera crisis se consiguió volver a nuestro método específico de lucha fundando los grandes partidos revolucionarios autónomos. Después de la segunda el proletariado está bajo la amenaza de una nueva infección partisana.

El partisano es aquél que combate para otro, si lo hace por fe, por deber o por dinero poco importa.

El militante del partido revolucionario es el trabajador que combate para sí mismo y para la clase a la que pertenece.

La suerte de la reanudación revolucionaria depende de poder elevar una nueva insuperable barrera entre el método de la acción clasista de partido y la demoburguesa de la lucha partisana.

 

[1] De la “Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas” (Engels, 1885)

[2] De “Las luchas de clases en Francia” (Marx, 1850).

[3] De la “Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas” (Engels, 1885)

[4] N.d.T.: Giosuè Carducci (1835-1907).

[5] N.d.T.: Se refiere a la Batalla de Mentana entre las tropas de Garibaldi y las enviadas por Francia en 1867.

[6] N.d.T.: Helmuth Karl Bernhard Conde von Moltke (26 de octubre de 1800 - 24 de abril de 1891), general prusiano.

[7] N.d.T: Se refiere a la batalla de Dijon (finales de 1870 e inicios de 1871), en la que Garibaldi apoyó contra Prusia a la República Francesa que sucedió al régimen de Napoleón III después de la derrota de Sedán en septiembre de 1870, poco antes de la Comuna de París.

[8] N.d.T.: Se refiere a la batalla de Domokos (1897).

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