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SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

III

(Battaglia Comunista, nº 4 del 26 de enero al 2 de febrero de 1949)

Traducido por Partido Comunista Internacional

“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

 

 

 

AYER

También en la guerra de 1914-18 los Estados Unidos intervinieron a la mitad después de haber permanecido como espectadores durante un largo tiempo. Abandonaban la así llamada doctrina Monroe, que establecía el desinterés por los negocios de Europa y la reivindicación de que Europa renunciase a cualquier pretensión de control sobre el nuevo continente. Esta salida del aislamiento recordaba la de Inglaterra, primer país del capitalismo moderno y líder mundial hasta entonces del régimen burgués. Ostentando una organización interna modelo hipócrita de libertad y de praxis democrática, no manteniendo un ejército permanente, esforzándose al mismo tiempo a través de la explotación imperial del mundo a realizar la colaboración de clase con el proletariado de la madre patria a través de concesiones reformistas, la Gran Bretaña mantenía en armas la primera flota del mundo y había poco a poco derrotado a los imperios de ultramar de los españoles, portugueses, holandeses, saqueando el planeta. Vigilante en los conflictos europeos intervenía a tiempo para abatir las temidas hegemonías políticas y militares que habrían podido concurrir demasiado en la explotación del mundo.

El aislamiento de América se ha ido revelando no menos tejido de pretensiones hipócritas de hacer de modelo del mundo. Un capitalismo no menos despiadado y cruel en su origen y en su desarrollo que el inglés ha pretendido amaestrar a la humanidad con doctrinas piadosas y con engañosos ejemplos de prosperidad, tolerancia y generosidad.

Al final de la guerra uno de los tipos más odiosos de falsos mojigatos y de predicadores cansinos que la historia había enumerado, el famoso Woodrow Wilson, fuerte por la ayuda económica y militar dada a sus aliados, hizo ostentación de querer reordenar la vieja Europa según nuevos principios e impuso aquellas culminaciones del régimen burgués mundial que fueron el Tratado de Versalles y la Sociedad de las Naciones.

En las filas del movimiento socialista de aquel tiempo naturalmente las corrientes oportunistas mostraron gran satisfacción por esta versión innoble de la opresión capitalista, e incluso en las filas del partido italiano fuertemente reticente a las seducciones de la “guerra democrática” no faltaron los que, después de la intervención americana, e incluso después de la primera revolución rusa de febrero de 1917 en la que veían un mero desarrollo democrático burgués y patriótico, hablaron de revisar las posiciones en el sentido de lanzarse a la ridícula cruzada contra el militarismo teutónico.

Reaccionaron las corrientes revolucionarias, que habían reconocido siempre los centros de más alto potencial de clase del capitalismo y del militarismo imperialista en Francia primero, en Inglaterra después y veían surgir en América la nueva central del supercapitalismo; el desarrollo de la revolución rusa fue otro muy distinto del que habían pensado los socialdemócratas y socialpatriotas de todos los países; el nuevo movimiento de izquierda declaró adversarios directos de la causa proletaria y revolucionaria en primera línea a Wilson y a su Ginebra, en el perfeccionamiento de la cuáquera hipocresía de cuyo método destacaba América.

 

HOY

También en la segunda guerra mundial América ha intervenido a la mitad. También en ésta la nota central de la propaganda ha sido la provocación alemana y la defensa de los agredidos. Nosotros marxistas no hemos creído nunca en la distinción entre guerras de defensa y de agresión, siendo bien diversa nuestra valoración de sus causas. La nueva guerra derivó de manera directa además de las leyes propias del régimen social actual, del ordenamiento del mundo y de la situación de Alemania impuesta en Versalles, con el reforzamiento de los grandes monopolios coloniales de los centros ultra imperialistas.

Contingentemente, como Inglaterra había terminado de intervenir en la primera guerra después de haber trabajado para destruir con ella la amenaza alemana, así toda la política del estado burgués americano entre las dos guerras ha sido una continua preparación directa para una lucha de expansionismo a cargo de Europa.

El condimento de mentiras humanitarias y democráticas ha sido empleado a escala todavía mayor, y ha ido a la par que la preparación económica industrial y militar cuyas etapas se alinean en veinte años de historia.

La progresiva diminutio capitis1 de Gran Bretaña – en base a cuya reacción calculó en vano Hitler infravalorando las determinaciones de los intereses de clase – empezó a estar sancionada por el tratado de Washington de 1930 en el cual de la fórmula de una flota inglesa igual a la suma de las otras dos más fuertes del mundo, se pasó a la de la paridad entre marina inglesa y americana manteniendo detrás a Francia y Japón. Hitler no estaba todavía, ni podía Mussolini dar miedo.

El intervencionismo económico político y militar en los hechos del mundo – ¿y por qué expresión exacta se sustituye la de agresión si no por la de intervencionismo? – evidente en la práctica por todas partes, se declara todavía más abiertamente en el mensaje de Truman.

Éste se basa en las típicas premisas filantrópicas dignas del cuadro puritano y conformista de la investidura presidencial a base de Biblias y Padrenuestros, y en las típicas extensiones de los inmortales principios de la democracia burguesa a las exigencias económicas, prometiendo los magnates del alto capitalismo pan a los hambrientos y como añadido un condimento de abundancia – ¿tipo american prosperity? – al plato ya rancio de la libertad política e ideológica.

El punto notable es el directo y desesperado ataque al comunismo, o sea, a la exigencia de una economía anticapitalista que urge en el mundo, considerado como bien distinto de un ataque contra Rusia, a la cual se dice por el contrario que podrá pertenecer a una combinación mundial incluso si sus tradiciones históricas son de potencia imperialista.

Truman quiere tratar con Stalin, pero no transigirá con el comunismo. La situación no podría ser más clara. Entre los otros portavoces el viejo Cachin ha respondido que entre el régimen ruso y los regímenes capitalistas puede haber colaboración.

Donde no puede haber colaboración es entre los grandes centros mundiales del super capitalismo y el movimiento del proletariado revolucionario. Es a éste a quien temen los Truman, más que a la guerra.

Si para Truman el enemigo número uno es el comunismo y si él combate con urgencia su “filosofía” en un momento en el cual sus encuadramientos de clase y revolucionarios no parecen evidentes, esto nos reconforta. No es quizás lejano el día en el que potentes estratos del proletariado mundial entenderán que el enemigo número uno es Truman, no la persona del funcionario desconocido hasta que no murió Roosevelt, no aquella cara de párroco de pueblo con sus dos Biblias en las manos y la sonrisa amelada, sino la bestial fuerza del capitalismo opresor hoy concentrada en el formidable andamiaje de inversiones económicas y de armamentos organizada al otro lado del Océano.

Para entender esto y para encuadrarse en una guerra de clase el proletariado debe sin embargo entender otra cosa, que una tal relación de cosas y de fuerzas no se ha construido en dos años sino en cien, y que como en el tiempo de Lenin empujó al estercolero a los jefes renegados que cantaron himnos a la ayuda de guerra de Wilson, lo mismo debe hacer con los que en la segunda guerra apologizaron de manera repugnante y traidora la ayuda de Roosevelt-Truman, y estuvieron a su servicio.

 

1 N.d.T. Disminución de la capacidad, en latín

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