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SIGUIENDO EL HILO DEL TIEMPO

XXXII

LOS SOCIALISTAS Y LAS CONSTITUCIONES

(Battaglia Comunista, nº 44 del 23-30 de noviembre de 1949)

Traducido por Partido Comunista Internacional

“El Comunista” / “Per il Comunismo” / “The Internationalist Proletarian”

 


AYER

Una característica de la fundación de los diversos regímenes burgueses son las Cartas estatutarias, un rasgo invariable de la política burguesa la superstición y el fetichismo constitucional.

Los antiguos regímenes preburgueses, desde tiempos muy remotos, tenían sus Tablas, pero los burgueses escépticos se reían de ellas porque se fundaban en la revelación a los Profetas y en el principio del origen divino del poder. La clase capitalista, portadora de la verdad, la razón y la ciencia, fundó en cambio sus documentos históricos sobre la pretensión de haber finalmente descubierto las bases eternas del derecho natural, y maquilló bajo las ampulosas doctrinas liberales el contrabando de la tutela de sus intereses económicos.

Los diferentes sistemas y relaciones jurídicas y de organización pública, fundados en la estabilidad de las Declaraciones de las Cartas y de las Constituciones, son garantía no para el Hombre o el Ciudadano o el Súbdito, extrañamente creado por aquellos trozos de papel Soberano (de modo que ya no sabe dónde está el arriba y donde el abajo) sino que son garantías para la continuidad del dominio conquistado por los burgueses, para la seguridad de la propiedad privada y del orden fundado en ella.

Toda la masa de los otros estratos sociales no poseedores y no capitalistas no sólo debe regocijarse y regodearse de estas conquistas, no sólo debe confirmar en las consultas electivas la soberanía delegada a los sátrapas de la economía burguesa, sino que debe estar lista a batirse hasta la sangre si de algún ángulo alguno apareciese para amenazar una de las garantías que la Constitución asegura, para intentar arrancar algún trozo del papelucho sagrado.

La burguesía francesa, atormentada por los retornos de los ci-devant [1]nobles, sacerdotes y reyes para retomar los privilegios suprimidos, forma las armadas de defensa de su poder no sólo en la policía del Estado, sino que requiere una Guardia, naturalmente Nacional, y como dice Marx la forman los tenderos de París. Pero no basta; al Rey Sol le bastaban pocos mosqueteros, al capital soberano le hacen falta más vastas fuerzas, y los mismos obreros industriales son invitados a formar una Guardia de la libertad burguesa.

Uno de los inefables bardos de la revolución de los tenderos, Víctor Hugo, dice que la garantía de la libertad es el fusil en las manos del obrero. Un gran honor para la clase proletaria ser llamada, cada vez que quema el suelo bajo los pies del capital, a combatir para defender la libre constitución del Estado.

¿Jacobinismo ya demodé[2], historia y literatura con retraso de un siglo? Ojalá fuera así. Todo el socialismo degenerante de derecha, bloquista y aliancista, se alimenta de este contenido: mantener a la clase obrera como reserva de combate de la legalidad estatutaria burguesa. Hay que desconsoladamente cantar el estribillo imbécil: y seguimos allí…

Viejos nuestros tíos con bigote, en tiempos de Pelloux[3] que en las represiones de los movimientos populares había violado las leyes constitucionales, seriamente nutridos por los dictámenes del Arca liberal británica y de la sabiduría de los Gladstone[4] y de los Disraeli[5], incluso siendo orgullosos conservadores estaban horrorizados que se sostuviera por el gobierno: “con la mayoría de la Cámara se puede violar el Estatuto”. Y se regocijaban todos diciendo: “¡La extrema Izquierda las ha llamado herejías!”. Bastaba no el marxismo sino una preparación de escolar de instituto para reflexionar: cuán extremadamente tonta debe ser esta Extrema Izquierda.

Ya en los escritos juveniles de 1842, Marx analiza las Declaraciones de los Derechos americana y francesa y subraya que garantizan sobre todo la seguridad de la propiedad y de los negocios de la clase pudiente. En el prefacio de 1859 a la “Crítica de la Economía” describe después él mismo el desarrollo de sus investigaciones. Él había hecho estudios universitarios jurídicos, aunque ocupándose sobre todo de historia y de filosofía. Escribiendo en la Gaceta Renana fue llevado a estudiar cuestiones económicas y al mismo tiempo entró en contacto con las corrientes socialistas y comunistas de base vagamente ideológica. Esto lo condujo, incluso antes que al estudio en profundidad de la ciencia económica, a una completa crítica y revisión de la Filosofía del Derecho de Hegel. Encontramos martillada una primera conclusión (evidentemente no bastan ni siquiera los martillos para las cabezas de enteras generaciones de "socialistas"): "Tanto las relaciones jurídicas como las formas del Estado, ni se explican por sí mismas, ni recurriendo al llamado desarrollo general del espíritu humano, sino que tienen su raíz en las relaciones materiales de la vida social".

Sigue la conocida y magnífica síntesis del método materialista histórico que concluye con la transitoriedad del sistema de producción burgués y de todas sus superestructuras jurídicas, y por lo tanto a la directa consecuencia que, viviendo en una sociedad antagónica, la clase proletaria no debe combatir por la defensa sino por el abatimiento de sus formas de producción.

Las cartas constitucionales no son más que una de estas “formas de producción” burguesas que hay que barrer en la revolución obrera.

¡Siempre este Marx, y estas cosas las sabía solo él! Son en verdad cosas de tanta evidencia para los militantes del socialismo y de la causa proletaria, saltan y saltan de nuevo de la experiencia social de cada día, podríamos muy bien no citar al señor Marx Carlos, o cambiarle el nombre, indicarlo con un simple símbolo o referir estas bellas enunciaciones como si la paternidad correspondiera a “fulanito o menganito"[6]. Seguirían siendo igualmente verdaderas y evidentes. No sólo si el tal Señor Marx no hubiera nacido, sino también si sus volúmenes se hubieran perdido, los tragaldabas de la burguesía y sus multiformes lustrabotas habrían tenido de la historia las mismas molestias, y las tendrán, sin necesidad de "ipse dixit"[7] y sin reservas sobre la voluntad de dios y pueblo, cada vez mayores. Por otra parte, por lo que sabemos el Señor Marx no era ni pretencioso ni pesado, no pidió ni obtuvo ni siquiera una cruz de caballero, la más mínima migaja de las comidas, de los súper apetitos, del poder. Se consideraba a sí mismo, el doctor Carlos, con su licenciatura y sus estudios de toda una vida, como las palabras del Manifiesto: "En los períodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan agudo que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir.”  Nada más que un síntoma, una confirmación experimental de la ley investigada, síntoma él y síntoma el comerciante adinerado don Federico Engels que le proporcionaba algunos chelines para comprar patatas para la cena en el pantagruélico[8] mercado de Londres. Para el materialismo ya no hay más Héroes, y, con grave desdén de toda poesía de la vida, ocupan su lugar pocos desertores. Huésped de la libre Inglaterra hizo de ella por gratitud la descripción que todos conocen, no necesitando tampoco tener un puesto de ministro en gobiernos títeres, o de ser admitido en las recepciones de los Exiliados y de los Prófugos de las revoluciones burguesas y patrióticas. De carácter en fin intratable, no le importaba un Kuusinen[9] ser citado y adulado.

Podríamos entonces no citar el nominativo en cuestión y hacernos nuestras las palabras que manejaba tan bien, pues no las llevamos al mercado y no ha tomado para los herederos el Copyright.

Pero el hecho es que estamos rodeados, ahogados y totalmente perdidos, en nuestra pequeñez, en una multitud, en un diluvio, en una inundación de profesados y declarados marxistas, dedicados, afanosos e investidos desde hace años y años, y en todos los países del mundo, a decir y a hacer lo contrario de lo que él, Marx, pensaba y escribía.

Si, por lo tanto, la autoridad de Marx no debe contar, puesto que es pacífico que ninguna conclusión está fundada en la autoridad de los textos, querríamos al menos que toda esa repugnante banda olvidara ese nombre y desechara de una vez las teorías de los escritos y tradiciones que se ligan con la obra de Marx. Tratadlo como superado y también como tonto, tenéis esta facultad; no tenéis la de traicionarlo suciamente y falsificarlo diez veces al día para fines opuestos a los que dedicó la obra y la vida.

La práctica periodística burguesa ha hecho, por decir una sobre cien, uso del adjetivo "marxista" para designar el conjunto informe de todos los que en la trágica guerra civil española luchaban contra Franco: trotskistas, estalinistas, socialdemócratas, metiendo en el caldero incluso a los libertarios, los sindicalistas y los radicales burgueses. En Italia, en el circo de Montecitorio[10], si se pasase a votar la moción "somos marxistas", es segura la mayoría absoluta, en la concorde entrega de Togliatti, Nenni, Saragat, Romita, Silone, con el reciente recluta Lussu, y varios auxiliares ligeros de los que se nos escapa el nombre.

¿Cuántos marxistas contamos nosotros? Se hace rápido: ninguno.

No sólo nos choca la pretensión de toda esta gentuza de ser marxista, sino también la publicitaria concordia de la gran prensa "antimarxista". Cuando ésta quiere subrayar su horror de un dólar por milímetro hacia el ala extrema moscovizante, hace pública y lanza a todo gas la calificación de marxismo puro, marxismo ortodoxo, marxismo intransigente.

Hace así el juego del crédito entre las masas obreras de aquellos partidos que tienen interés en cubrirse de las grandes sombras de Marx y de Lenin. Acepta definir con el otro nuevo y armónico término de desviacionismo la contraposición con el centro cominformista de figuras como Tito, como la Pasionaria. En cambio, la tolerancia de figuras de posiciones de actividad como aquellas, verdaderamente, de estilo descaradamente burguesucho, patriotero, victorhuguista, durante años y años, no es más que una ulterior prueba de la traición al marxismo por parte de ese centro, de desviacionismo extendido a todo el horizonte por parte del movimiento estalinista que en su masa ha consumado hasta la condena el pecado de nacionalismo militar y de alianza con el capitalismo occidental. Hace reír entonces a los pollos que los Titos y las Pasionarias, figuras fuera del marxismo desde su nacimiento, puedan ser ejemplo de desviación de una línea que nunca tuvieron, cómo les haría reír mucho más el querer ennoblecer su discordia con los patronos de ayer con una sensibilidad de izquierda hacia la estalinista degeneración.

HOY

Lo anterior nos lleva a la cuestión de que una función de defensa constitucional es lo contrario de lo que el partido marxista debería hacer, y que siempre bajo este aspecto ha estallado la epidemia de la traición oportunista.

La enfermedad causticada a hierro candente por Vladimiro Lenin partió de la mundial declaración de indignación por las palabras del canciller alemán Bethmann Hollweg[11] "los tratados son trozos de papel" a propósito del paso de las tropas alemanas a través de la "pequeña Bélgica" de la que un tratado internacional garantizaba la neutralidad. Los socialistas, en lugar de reconocer la exactitud de la tesis marxista y el fundamento del derecho sobre la fuerza bruta, se lanzaron a acusar al régimen alemán de ser feudal y preburgués. Se conmovieron por ejemplo - los socialistas intervencionistas, no todos por suerte - en Italia, con las palabras con las que respondía Salandra[12]: "yo, modesto burgués, observo al conde Bethmann Hollweg...". ¡Rufianes en ambos bandos!

En todas las cuestiones de acción proletaria y socialista discutidas en los distintos episodios el problema se redibujó así. Los derechistas que se oponían a la iniciativa y a la violencia revolucionaria para derrocar o intentar sacudir el dominio burgués, reclamaron en cambio la acción callejera, el uso de las armas, la revuelta, para el caso de que los gobiernos actuaran fuera de los estatutos constitucionales. El traidor del marxismo se reconoce por esto, es decir, por el descaro con el que, después de haber eliminado la violencia como medio propio de la acción proletaria autónoma, la acepta y la invoca cuando los obreros deben asumir esa función de defensores de las garantías fundadas por el régimen burgués y liberal. Están por lo tanto por debajo, son mucho más derrotistas, que un socialismo pacifista en todos los frentes, fabiano, cristianizante, o gandhista y tolstoiano. Y esta posición histórica ha caracterizado la campaña antifascista, naufragio de las tradiciones clasistas en Italia. Mientras los fascistas destruían secciones comunistas y cámaras de trabajo y por lo tanto consolidaban las garantías de conservación burguesa, los liberaldemocráticos y socialdemócratas, se habrían complacido y voluntariamente adaptado a estar en el nuevo engranaje. Pero todo el escándalo fue que el fascismo se permitía desgarrar el estatuto albertino[13]… De aquí el gran bloque burgués proletario que ha realizado dialécticamente el programa mussoliniano: liberar a la clase dominante italiana de un movimiento extremista dirigido a la lucha para quitarle el poder.

¿Y no asistimos hoy a la enésima representación de la vil comedia de la acusación a de Gasperi de violar la Constitución? ¿¡No es éste el contenido de todo el trabajo de oposición de la Unidad, del Avanti!? Defensa de este hermoso clavel de República y de virgen constitución demo-social-comun-cristiana, nacida violada, nacida necesitada de ese régimen de casa regulada que quiere abolir la senadora Merlin[14].

Toda una batalla parlamentaria dedicada a este tema lamentable; si al designar dos o tres ministros se violaron o no las normas parlamentarias ortodoxas y los artículos constitucionales. Porque así se hace caldo de cultivo para el fin supremo de apresurar la próxima algazara electoral, con la esperanza, vacía de salidas, de arrebatar a De Gasperi la mayoría y el poder. Y a cambio de esta ventaja, totalmente ilusoria incluso para los más bajos fines directos de parte, se rinde a la burguesía italiana el infinito servicio de acreditar entre las masas la convicción de que, procediendo en el marco de la presente constitución, todo puede lograrse sobre la vía progresiva de los intereses y aspiraciones de los trabajadores. Los cuales, por lo tanto, no tienen ninguna necesidad de medios no legalistas para avanzar.

Que si después el estatuto de la República fuera amenazado, entonces sí que de golpe el movimiento legalitario se convertiría en insurreccionalista y los obreros estarían llamados a batirse. Batirse como partisanos, todavía y siempre, de las garantías que la clase burguesa puso en defensa de su dominación, contra un pasado feudal puro, espectro ahora desaparecido, pero también y sobre todo contra el futuro revolucionario, contra el fantasma del comunismo que se levantó hace un siglo, para convertirse en una realidad palpable y armada.

Tanto ha amenazado e conminado Pietro Nenni al gobierno italiano, injuriándolo por la subordinación del capital nacional al capital extranjero, como si la del capital nacional no fuera para los trabajadores explotación de clase, como si sin las inversiones de guerra del capital extranjero hubiese podido el señor Nenni atravesar otra vez las fronteras de Italia y el umbral del parlamento.

Cuando el tipo a la Nenni habla de marxismo, parece como si se oyera el eco lúgubre del paso del ladrón sobre la planta de la casa robada.

[1] Ci-devant es una antigua expresión del idioma francés que se empleó durante la Revolución Francesa para designar a los antiguos nobles que habían perdido su condición aristocrática y su título.

[2] Pasado de moda.

[3] General y político italiano. Fue presidente del Consejo de Ministros del Reino de Italia del 29 de junio de 1898 al 24 de junio de 1900.

[4] Político liberal británico. Fue  el secretario general del Partido Liberal en los periodos de 1866-1875 y 1880-1894, y llegó a ser primer ministro del Reino Unido.

[5] Político conservador británico perteneciente a la corriente conservadora de los Tories que también llegó a ser primer ministro del Reino Unido y que mantenía una notoria rivalidad con el líder del Partido Liberal, William Gladstone.

[6] N.d.T: en italiano, “zì Nisciuno“, a uno cualquiera, en castellano similar a “fulanito o menganito”.

[7] Expresión latina cuyo significado literal es “él mismo lo dijo” que se usa para criticar que un argumento carece de fundamento y que intenta ser respetado solo por la autoridad de quien proviene.

[8] Dicho de una comida: en cantidad excesiva.

[9] Estalinista finlandés.

[10] Sede de la Cámara de Diputados

[11] Canciller del Imperio alemán desde 1909 a 1917.

[12] Primer ministro de Italia entre 1914 y 1916.

[13] Estatuto fundamental de la Monarquía de Saboya, firmado el 4 de marzo 1848 y reemplazado en 1948 por la Constitución de la República Italiana. ​

[14] Miembro del Partido Socialista de Italia. Senadora de Italia desde 1948.

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