Índice "El Comunista" nº72

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¡Proletarios del mundo, uníos!

 

 

SÓLO CON LA REANUDACIÓN DE LA LUCHA DE CLASE A ESCALA INTERNACIONAL PODREMOS OPONER A SUS GUERRAS IMPERIALISTAS NUESTRA REVOLUCIÓN

 

El 7 de octubre de 2023 Hamás ha lanzado desde la Franja de Gaza un ataque contra territorio controlado por el Estado de Israel provocando 1.200 muertos. El ejército israelí en cuestión de días ha igualado y superado el número de muertos entre la población palestina. El ataque de Hamás ha sido una repetición ampliada de mayo de 2021 en la que se lanzaron 3.350 misiles para superar por saturación a la famosa “cúpula de hierro” israelí, pero con una diferencia importante. Esta vez la “inteligencia” israelí “falló” y no se percató de la preparación del ataque masivo pese a que llevara gestándose durante casi un año y pese al aviso anticipado por parte de Egipto.

Este “fallo de inteligencia” de Israel ha permitido que el ataque militar de Hamás tuviera unas consecuencias muchísimo más elevadas que si el sistema militar israelí hubiera respondido como cabría esperar. Y así, lo que algunos medios califican como 11-S israelí tiene también esta similitud tan característica con el ataque a las Torres Gemelas, de la que se pueden encontrar más ejemplos en la historia, desde el Tea Party en Boston, el hundimiento del Maine en Cuba, Pearl Harbor, etc.

Pero tanto el ataque, como el fallo de inteligencia, como la respuesta posterior se enmarcan en un contexto histórico material que los determina: “La casualidad (…) no aparece más que en el punto de intersección de los procesos necesarios”.

 

El desarrollo de los Estados de Oriente Medio

El nacimiento del Estado de Israel culminó la sustitución del dominio del imperialismo británico por parte del imperialismo estadounidense al que ha servido durante décadas como perro de presa en la zona. El traspaso en Oriente Medio de las monarquías feudales a las monarquías burguesas o en repúblicas burguesas se hizo sobre la base de acuerdos y conferencias diplomáticas con las que se subdividió el mundo árabe en pequeños estados para evitar el surgimiento de una potencia capitalista árabe unitaria. En ese proceso, los distintos Estados árabes desarrollaron su política burguesa al amparo de las distintas potencias imperialistas. La OLP, nacida como organismo gubernativo de una clase burguesa nacional, ha sido en todo momento el ejecutor del control social sobre el proletariado, ha jugado el papel de carcelero represor directamente o a través de la ANP, papel que han jugado después también Hamás, la YIP o Hezbollah.

Desde entonces, se ha ido imponiendo el desarrollo de las fuerzas productivas y la integración de las diversas áreas, pese a los reiterados intentos de EEUU de frenarlas y de destruirlas ya sea encizañando a las potencias regionales entre ellas o interviniendo directamente. Irán, Arabia Saudí, Turquía, Egipto, EAU son potencias capitalistas hoy que juegan su papel no sólo en Oriente Medio sino a nivel internacional y especialmente en África. EEUU tuvo que abandonar Afganistán e Iraq en 2021, Arabia Saudí e Irán acaban de restablecer sus relaciones diplomáticas poniendo fin a la guerra en el Yemen y se han integrado ambos en los BRICS, Siria está siendo rehabilitada en el mundo árabe y todo esto está sucediendo bajo el auspicio del imperialismo chino. Las inversiones de China en el puerto de Haifa y su relación comercial con los sectores tecnológicos han ido atrayendo a Israel, pese a la oposición de EEUU. Por otro lado, Israel es una pieza de la ruta desde la India a Europa pasando por Arabia Saudí e Israel presentada en el G-20 como competidora de la Nueva Ruta de la Seda.

Mientras Arabia Saudí aplica a través de la OPEP recortes para mantener alto el precio del petróleo, EEUU permite a Irán incrementar sus exportaciones de petróleo (principalmente a China) ampliando la oferta y haciendo caer el precio. La semana del ataque, el precio del petróleo había caído un 14% y amplios sectores de la burguesía mundial especulan con el efecto que tendría en el precio la extensión del conflicto a Irán, fantaseando con un efecto similar al de 1973.

Esta acumulación de intereses imperialistas entrecruzados y contrapuestos se produce en el marco de los procesos que determinan el periodo actual, una vez ya cerrado el ciclo de revoluciones burguesas en Asia y África y culminada la extensión del capitalismo a escala mundial: el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo a Asia, la ruptura del reparto del mundo y la crisis de sobreproducción. Tanto la ruptura del reparto del mundo como la crisis de sobreproducción relativa de capitales conducen al mundo capitalista hacia la guerra imperialista; no se trata de la locura de uno u otro títere sino de la esencia de la solución capitalista a la crisis: ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la DESTRUCCIÓN obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la CONQUISTA de nuevos mercados y la EXPLOTACIÓN más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, entonces? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.” (Manifiesto del Partido Comunista, 1848).

 

El Estado de Israel, al borde de la ruptura interna

Israel estaba avanzando en su reconocimiento por parte de varios estados árabes (con los denominados “acuerdos de Abraham” como parte integrante de un mismo tronco común) y se había reunido con Egipto, Emiratos Árabes, Baréin y Marruecos para tratar de cooperación en materia de seguridad, inteligencia y tecnología. Arabia Saudí había dado permiso para que los aviones israelís sobrevolaran la península arábiga y se alcanzó un acuerdo para la explotación del gas con Líbano. Se habían reanudado las reuniones del Consejo UE-Israel que no se reunía desde 2012, aunque la UE es el principal socio comercial de Israel y ambos tienen un acuerdo de libre comercio. También con Turquía se reanudaron las relaciones diplomáticas. El gobierno de unidad nacional para expulsar al Likud incluía a un partido árabe pero esta coalición se tambaleó y convocó nuevas elecciones (por quinta vez desde 2019), en una muestra del fraccionamiento e inestabilidad de la burguesía dentro de Israel.

Las elecciones de noviembre de 2022 las ganó el Likud (23% de los votos) formando gobierno con una coalición de otros cinco partidos ultraortodoxos y antiárabes (con 64 de los 120 escaños). Desde entonces se han venido sucediendo atentados e incursiones recíprocas entre el ejército israelí y milicianos palestinos, causando en todo momento bajas entre la población civil, lo que llevó al gobierno a anunciar que desatascaría miles de solicitudes de permiso de armas. En febrero empezaron las protestas contra la reforma judicial. El núcleo de la oposición a la reforma lo constituyen las empresas tecnológicas que arrastran con ellas a sus trabajadores y a una parte importante de los reservistas que se negaban a participar en los entrenamientos y maniobras, lo que llevó al ministro de Defensa a declarar, el día antes de ser destituido: “El creciente cisma en nuestra sociedad está penetrando en las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, lo que supone una amenaza clara, inmediata y tangible a la seguridad del Estado.” (El País, 26-03-2023). En paralelo, las relaciones de Israel con EEUU estaban cada día más tensas, con declaraciones del ministro de Seguridad Nacional israelí afirmando que Israel “no es otra estrella en la bandera estadounidense" (El País, 02-04-2023) o la responsabilización de EEUU por parte del partido de Netanyahu “de la muerte de 74 soldados israelíes durante la ofensiva en Gaza de 2014.” (El País, 02-04-2023).

El baño de sangre ha permitido al Estado de Israel pasar de estar al borde de la ruptura a declarar el estado de guerra y conformar un gobierno de unidad nacional, a movilizar a todos los reservistas y a intentar incluso incluir a la población árabe-israelí en este proceso. EEUU ha pasado de no recibir al presidente israelí a desplazar soldados y prometer solemnemente cuidar las espaldas de Israel. La destrucción y las muertes provocadas por el ejército israelí sirven en el otro lado para conseguir un resultado similar facilitando que Hamás utilice al proletariado de Gaza como escudo humano.

 

La única alternativa: el derrotismo revolucionario

En Israel, en Gaza y en todo el mundo la posición militante comunista es la del derrotismo revolucionario, la transformación de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria: “El proletariado no sólo debe oponerse a toda guerra de este tipo, sino que debe desear la derrota de 'su' gobierno en tales guerras y utilizar esa derrota para una insurrección revolucionaria, si fracasa la insurrección destinada a impedir la guerra.“ (El programa militar de la revolución proletaria, Lenin, 1916).

Habrá solución a la situación en Palestina cuando la clase obrera árabe e israelí se levante como un solo hombre para abatir a sus respectivas burguesías que hoy les enfrentan unos con otros. Pero esta tarea no la pueden asumir solos el proletariado palestino o el proletariado israelí, como tampoco el proletariado de ningún Estado aisladamente: “la emancipación de los trabajadores no es una tarea local ni nacional sino una tarea social e internacional." (Estatutos de la Internacional Comunista, II Congreso, 1920).

 

Una tarea internacional: organizar el Partido

Para poder llevar a cabo su misión histórica, la clase obrera necesita el Partido Comunista Internacional que debe reunir la parte más avanzada y decidida del proletariado, unificando los esfuerzos de las masas obreras dirigiéndolas desde la lucha por intereses y resultados contingentes a la lucha general por la revolución mundial, por la instauración transitoria de la dictadura revolucionaria del proletariado hacia una sociedad sin clases, sin propiedad privada, sin trabajo asalariado, sin estado, sin régimen mercantil y de empresa. La responsabilidad de todo comunista es trabajar por la organización, consolidación, desarrollo y extensión de este Partido.

Sin renunciar en ningún momento a transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria durante su desarrollo o a desencadenarla a continuación de ésta, será posible reaccionar al propio estallido de la guerra imperialista declarando la huelga general revolucionaria sólo si previamente se ha desarrollado una extensa red de solidaridad y de lucha en el plano sindical, fuera de los tentáculos del Estado, en la cual haya ganado una influencia decisiva el Partido Comunista Internacional.

Esto no sucederá si no hemos combatido la influencia organizativa e ideológica que ejerce la burguesía a través del sindicalismo integrado en el Estado y a través del parlamentarismo, si no hemos arrancado la mala hierba - palmo a palmo si es necesario - para poder sembrar y echar raíces. Por lo tanto, es una responsabilidad para cualquiera que comprenda la necesidad del derrotismo revolucionario (no sólo como figura retórica) trabajar para preparar las premisas materiales para que esta consigna pueda ser puesta en acción.

Una tarea fundamental es reintroducir en el seno de la clase obrera el marxismo integral, el marxismo sin adulteraciones, revisiones ni actualizaciones, sin debates ociosos ni especulaciones dubitativas que sólo mellan su filo revolucionario: “sin teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario” (Lenin, ¿Qué hacer?, 1902). El marxismo es para el proletariado un instrumento de trabajo y un arma de combate: “en el apogeo de la batalla no se abandona, para «repararlos», ni el instrumento ni el arma, sino que se vence en tiempos de paz y de guerra blandiendo desde el inicio utensilios y armas buenos.” (La invariancia histórica del marxismo, 1952).

Otra tarea fundamental es romper la camisa de fuerza del sindicalismo integrado, organizar el sindicato de clase. Hay una relación estrechísima entre la posibilidad revolucionaria y la lucha inmediata de la clase proletaria contra el capital: “Si en sus conflictos diarios con el capital [los proletarios] cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura.” (Salario, precio y ganancia, 1865, K. Marx). “Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los propios obreros.” (Manifiesto del Partido Comunista, 1848).

Ambas tareas tienen que realizarse simultáneamente, alimentando una a la otra, organizando la lucha inmediata tejiendo la red del sindicato de clase no integrado en el Estado e introduciendo en las experiencias de esas luchas el marxismo, haciendo que una parte de los trabajadores que han emprendido esas luchas se eleve al nivel de la teoría revolucionaria, pasando a ser militantes comunistas.

 

Por el internacionalismo proletario

Cualquier defensa de la propia “patria” es traicionar a la causa de la revolución: “Los obreros no tienen patria, no se les puede arrebatar lo que no poseen.” (Manifiesto del Partido Comunista, 1848). La base material del sometimiento a la propia burguesía durante la guerra es el sometimiento previo a la economía nacional, a la economía de la propia empresa. La unidad nacional es la tumba de la clase obrera. El nacionalismo nos entrega atados de pies y de manos a la explotación capitalista en tiempos de guerra comercial y al matadero como carne de cañón en tiempos de guerra militar. La consigna de los revolucionarios a nivel mundial debe ser intransigentemente y sin excepciones:

 

  • Rechazo a todo nacionalismo: “los obreros no tienen patria”.
  • Rechazo a la solidaridad con la economía de la empresa y con la economía “nacional”.
  • Derrotismo revolucionario contra la propia burguesía en tiempos de guerra comercial o militar.
  • Organización conjunta e internacional de los proletarios de todas las lenguas en el Partido Comunista Internacional para la revolución comunista a escala mundial.


 PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONAL – “EL COMUNISTA” – 22 de octubre 2023 – pcielcomunista.org – @pcielcomunista

 

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