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¡Proletarios del mundo, uníos!

Enero 2009

 

Israel es el perro de presa del capitalismo en el campo de concentración de Gaza, como lo son Estados Unidos, España, etc. en Afganistán…

¡Sólo la revolución proletaria internacional acabará con el capitalismo y sus matanzas!

 

“Las guerras son inevitables en el capitalismo” (Lenin).  La existencia del mercado mundial obliga a las empresas y a sus Estados a competir por él. Esta competencia consiste en una guerra permanente que libran los grupos capitalistas entre sí para obtener su control. Para llevarla a cabo, la burguesía tiene que enrolar a los proletarios de sus países ya sea exigiéndoles más sacrificios en el puesto de trabajo cuando la guerra permanece dentro del ámbito de la guerra “comercial” o poniéndoles un fusil en la mano cuando la guerra aparece abiertamente desde el punto de vista militar.

¿Cómo lo hace? Aireando pornográficamente las nauseabundas banderas de la “Democracia” (¿para quién y contra quién? preguntará un marxista llamado Lenin), de la “Patria” (los obreros no tienen Patria, Manifiesto 1848), del “Pueblo” (las palabras tienen su sentido, donde se diga Pueblo léase Burguesía, léase Capitalismo) y, finalmente… de la “Paz” bajo las que se esconde la dominación de la burguesía sobre el proletariado mundial, su dominación sobre nosotros 

El espectáculo dantesco de los sucesos en Gaza y Afganistán pone en evidencia por enésima vez la verdadera naturaleza del capitalismo: crisis, guerra, destrucción. Mientras exista el mercado mundial, mientras exista la explotación de trabajo asalariado, existirán las guerras de rapiña para obtener una tajada mayor de los frutos de esta explotación, de la famosa ganancia. La solución radical a las guerras no es otra que la abolición del trabajo asalariado, del mercado mundial y del régimen de empresa; no es otra que la revolución social anti-capitalista. Y, para desesperación del filisteísmo pequeño-burgués, no hay términos medios que valgan: o la revolución social anti-capitalista o el capitalismo con todos y cada uno de sus horrores ¡No puede haber un capitalismo sin estas contradicciones por mucho que lo sueñe la pequeña-burguesía!

No puede haber ni habrá paz en Palestina bajo el capitalismo (en general no puede haberla en ninguna parte y, en particular, por su situación geo-estratégica política y militar en la encrucijada de tres continentes). Habrá solución a la situación en Palestina cuando la clase obrera árabe e israelí se levanten como un solo hombre para abatir a sus respectivas burguesías que hoy les enfrentan unos con otros; cuando la clase obrera en los países centrales del capitalismo se levante en un Partido Comunista Internacional autónomo contra todas las fracciones de la burguesía y pequeña burguesía, por la revolución comunista mundial.

Qué difícil… piensa el pequeño burgués (que en realidad no quiere ni imaginarse que esto sea posible), vamos a pedirle al gobierno que no les venda armas y yo no voy a comprar productos made in Israel. Con esto calma la mala conciencia que le generan los horrores del capitalismo y exorciza de su mente al espectro de la revolución proletaria que pondrá fin definitivamente a éstos en un futuro no muy lejano. Pero pretender que estos movimientos diplomáticos o sus manifestaciones pacifistas sean una solución sólo tiene un nombre y es complicidad, c-o-m-p-l-i-c-i-d-a-d con las raíces de conflicto que hoy se cobra la vida de centenares de proletarios en Gaza.

La historia enseña: la primera guerra mundial no la paró el pacifismo. El pacifismo llamó a la “defensa” de la “civilización”, de la “democracia”, de la “paz” y de la “patria atacada” (del capitalismo en definitiva) votando los créditos de guerra y lanzando a millones de proletarios a la matanza. La primera guerra mundial la paró la Revolución de Octubre, la paró la toma del poder por el Partido Bolchevique en Rusia. La paró la lucha del proletariado ruso contra su propia burguesía cuando estaba encarnada en el Zar y cuando estuvo encarnada por su fracción democrática (Gobierno Provisional y Asamblea Constituyente): abatimiento de la propia burguesía y renuncia a continuar la masacre fratricida entre hermanos de clase en los frentes de guerra (Brest-Litovsk, episodio incomprensible para el nacionalista y para el pacifista). Ésta y no otra es la lección de la historia que ha visto desfilar una y otra vez a todos los “pacifistas” debajo de la bandera de su Estado en el momento decisivo. El derrotismo revolucionario, “el enemigo está en el propio país, es la propia burguesía” (Liebknecht), es la distinción fundamental entre los bolcheviques de Lenin y la carroña socialdemócrata de la segunda Internacional que colaboró con su burguesía en la guerra contra el resto de países primero y para aplastar a la revolución proletaria después. Todos nuestros bien-intencionados pequeño-burgueses llevan el estigma de sus antecesores (aunque algunos se vistan hoy de rojo). Fueron pocos los que reaccionaron desde el punto de vista de clase al estallido de la guerra en 1914: bolcheviques en Rusia, espartaquistas en Alemania, la Izquierda del Partido Socialista Italiano y el pequeño y valiente Partido Socialista de (la agredida por Austria-Hungría) Serbia fueron las casi únicas excepciones al descalabro de la II Internacional. 

Es fundamental recordar la posición comunista frente a la guerra entre grupos capitalistas:

“La militarización penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es una lucha encarnizada de las grandes potencias por el reparto y la redistribución del mundo, y por ello tiene que conducir inevitablemente a un reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en los neutrales y pequeños. ¿¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias?? ¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo lo militar, se limitarán a exigir el desarme? Nunca se conformarán con papel tan vergonzoso las mujeres de una clase oprimida que sea verdaderamente revolucionaria. Les dirán a sus hijos: "Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien a manejar las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para disparar contra tus hermanos, los obreros de otros países, como sucede en la guerra actual, y como te aconsejan que lo hagas los traidores al socialismo, sino para luchar contra la burguesía de tu propio país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos, sino venciendo a la burguesía y desarmándola".

De renunciar a esta propaganda, precisamente a esta propaganda, en relación con la guerra actual, mejor es no decir más palabras solemnes sobre la socialdemocracia revolucionaria internacional, sobre la revolución socialista, sobre la guerra contra la guerra.“ (Lenin, el programa militar de la revolución proletaria)

Después del triunfo de la contrarrevolución estalinista en 1926 y la sanción por parte de toda la prensa burguesa de la mentira de que “en Rusia ya había socialismo” (mentira que se pudo abrir paso sólo a través de la liquidación física de la vieja guardia bolchevique y de los comunistas a nivel mundial por parte del estalinismo), se puede observar el vergonzoso papel de los Frentes Populares y del Partido estalinista primero a favor de la Alemania Nazi luego contra ella, según conviniera a los intereses capitalistas de la Rusia de 1939-41, traicionando en todas partes la consigna de Lenin y vendiendo la revolución mundial.

Hoy, presenciamos la gestación imparable de la crisis de sobreproducción tipo 1929 que marca el fin del ciclo de reconstrucción iniciado en 1945 (ciclo que se ha alargado con la incorporación de amplias áreas del planeta al mercado mundial) y se pone encima de la mesa la imperiosa y contradictoria necesidad del capitalismo: destrucción masiva de capitales para relanzar la cuota de ganancia. Por otro lado, el reparto del mundo fruto de Yalta y Potsdam no se corresponde ya con la correlación de fuerzas entre potencias capitalistas.

Este es el contexto en el que todas las potencias están tomando posiciones y se suceden las matanzas. Este es el contexto en el que Estados Unidos trata de desencadenar conflicto tras conflicto (Irak, Afganistán, Georgia, Gaza…), en el que Rusia corta el gas para someter o matar de frío a los países del Este de Europa (léase la segunda parte de la jugada en Georgia), en el que estallan conflictos en Cachemira como parte de la nueva estrategia de Estados Unidos para tratar de bloquear la integración China-India-Irán, etc.

La clase obrera no se puede permitir distinguir entre bando “agresor” o “defensor” entre dos grupos de la burguesía mundial para apoyar al “legítimo” (todos los países han justificado y justificarán su guerra desde este punto de vista y, además, todas las guerras “defensiva” mutan en guerra “ofensiva” por los imperativos mismos de la acción bélica). La clase obrera tiene otra alternativa que ofrecer para terminar con esta salvajada, la revolución de los fundamentos económicos de esta sociedad, y no puede renunciar a ella sin pagar el precio de la inmolación en la guerra imperialista.

A este sistema que acumula montañas de mercancías inútiles, de basura y veneno, de muertos y de mentiras, a este Himalaya de mierda sólo se le puede oponer la revolución comunista: la lucha por una sociedad sin clases ni Estado, sin trabajo asalariado y sin dinero, sin mercado ni empresas, sin anarquía de la producción ni crisis ni guerras, dónde el libre desarrollo de todos sea la condición para el libre  desarrollo de cada uno. Para luchar por tal objetivo, los comunistas nos organizamos siguiendo la línea que va de Marx a Lenin, a la fundación de la Internacional Comunista y del Partido Comunista de Italia (Livorno 1921); la lucha de la Izquierda Comunista contra la degeneración de la Internacional, contra la teoría del "socialismo en un solo país" y la contrarrevolución estalinista; el rechazo de los Frentes Populares y de los Bloques de la Resistencia; la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionarios, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electoralesco.

 

¡Fuera el ejército israelí de Gaza!

¡Fuera el ejército español y todos los ejércitos ocupantes de Gaza, Iraq, Afganistán, Yugoslavia, Congo, etc.!

¡Por la abolición del trabajo asalariado, el mercado y el régimen de empresa!

¡El enemigo está en el propio país! ¡Por la revolución comunista internacional!

 

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