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PUNTO CARDINAL DEL PROGRAMA COMUNISTA: LUCHA DECIDIDA CONTRA LA ESPECIALIZACIÓN
En 1952, en la reunión de Forlì, nuestro Partido fijó como punto del programa revolucionario inmediato la "Lucha decidida contra la especialización profesional y la división social del trabajo, mediante la abolición de las carreras y títulos”, punto que forma parte del programa revolucionario inmediato y de los objetivos finales de la revolución comunista.
El cuerpo humano está conformado por células que a su vez forman los tejidos y los órganos. Los órganos trabajan juntos para conseguir un objetivo común: garantizar la supervivencia del organismo que les reúne a todos ellos, este cuerpo humano. Esto es lo que dice la biología. Pero en el sistema de producción capitalista los órganos, músculos y huesos de los trabajadores asalariados no tienen la función de garantizar la supervivencia de su propio organismo, sino la de garantizar la supervivencia y necesidades del organismo productivo del capital.
En la Sección 4ª, del Libro primero de El Capital, Marx expone el desarrollo histórico del proceso de producción capitalista: primero a través de la cooperación simple, después con la división del trabajo en el seno del mismo taller y la manufactura, posteriormente con la maquinaria y la gran industria. Con el perfeccionamiento constante de los instrumentos de producción y una división cada vez mayor del trabajo la burguesía obtiene una mayor productividad del trabajo y obtiene a través de ésta la producción de la plusvalía relativa descrita por Marx.
Pero esta división del trabajo condena de por vida a la clase obrera a realizar una tarea parcial y accesoria en el proceso de producción y a especializarse en esas tareas parciales.
El cuerpo humano está formado por aproximadamente 650 músculos, 200 huesos y 79 órganos, de los que el cerebro es su centro nervioso. De los 650 músculos que tiene el cuerpo humano el capitalismo condena de por vida a los trabajadores a desgastar incansablemente sólo una parte de ellos, a que éstos se atrofien tempranamente y a que la estructura muscular del cuerpo no cumpla sus funciones básicas por inutilización o por uso repetitivo y excesivo de una parte de ella. Lo mismo ocurre con los huesos, tendones, articulaciones.
La división del trabajo conlleva la mutilación no sólo física sino también intelectual del trabajador: “En toda sociedad en que la producción se desarrolla de un modo espontáneo —como ocurre en la sociedad de hoy— no son los productores quienes dominan los medios de producción, sino éstos los que dominan a los productores. En este tipo de sociedad, toda nueva palanca de producción se trueca forzosamente en un nuevo medio de esclavitud de los productores bajo los medios de producción. Así ocurre, sobre todo, con esa palanca de la producción que, hasta el momento de implantarse la gran industria, era la más poderosa de todas: la división del trabajo. (…) Al dividirse el trabajo, se divide también el hombre. Todas las demás capacidades físicas y espirituales del individuo se sacrifican al desarrollo de una única actividad. Y esta mutilación del hombre crece en las mismas proporciones en que se desarrolla la división del trabajo, que alcanza su máximo apogeo en la manufactura.
La manufactura desarticula el oficio en toda una serie de operaciones parciales específicas, asignando cada una de estas operaciones a un obrero como profesión para toda la vida y encadenándole de por vida a una determinada función parcial y a una determinada herramienta. ‘‘Convierte al obrero en un mutilado, en un anormal, al fomentar como en planta de estufa su pericia para un detalle concreto, a fuerza de matar o reprimir en él todo un mundo de instintos y talentos productivos... Se divide al individuo mismo, se le convierte en un aparato automático adscrito a un trabajo parcial” (Marx); es una máquina que en muchos casos sólo se perfecciona a fuerza de mutilar literalmente, física y espiritualmente, al obrero.” (Anti-Dühring, Capítulo III, Producción, F.Engels). “(…) al modo como en las estancias argentinas se sacrifica un animal entero para quitarle la pelleja o sacarle el sebo. (…) se secciona al individuo mismo (…).” (El Capital, Libro I, Sección 4ª, K. Marx).
Para la existencia del capitalismo es esencial mutilar al obrero para que la suma de estos obreros tullidos y mutilados conformen el obrero colectivo: “La limitación y hasta la imperfección del obrero parcial son las que determinan su perfección como miembro o parte integrante del organismo obrero total.” (El Capital, Libro I, Sección 4ª, K. Marx).
Esta limitación e imperfección del obrero parcial desarrolla y enriquece al parásito del cuerpo social del trabajo, al Capital: “Lo que los obreros parciales pierden, se concentra, enfrentándose con ellos, en el capital. (…) Este proceso de disociación comienza con la cooperación simple, donde el capitalista representa frente a los obreros individuales la unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso sigue avanzando en la manufactura, que mutila al obrero, al convertirlo en obrero parcial. Y se remata en la gran industria, donde la ciencia es separada del trabajo como potencia independiente de producción y arrojada al servicio del capital. En la manufactura, el enriquecimiento de la fuerza productiva social del obrero colectivo, y por tanto del capital, se halla condicionada por el empobrecimiento del obrero en sus fuerzas productivas individuales.” (El Capital, Libro I, Sección 4ª, K. Marx).
Unos pocos ejemplos nos servirán para ilustrar este incremento de la fuerza productiva social: satélites orbitando la tierra, cohetes capaces de ir y volver a la Luna o ir a Marte, drones sin tripulación; submarinos supersónicos, cables submarinos transportando información; robots realizando operaciones quirúrgicas de alta precisión, o que entran en el fondo de las minas, internet con tecnología 5G y 6G que sincroniza operaciones en puntos distantes del planeta, inteligencia artificial que controla la producción o que puede hacer un diagnóstico médico; construcción de macroedificios y buques en pocos días, centros logísticos y cadenas de montaje altamente automatizadas, trenes de alta velocidad, coches sin conductor, nanorobots que administran internamente en el cuerpo la dosis exacta de un medicamento; chips cerebrales que reactivan conexiones neuronales muertas, etc. etc. y todo ello con una constante reducción de los tiempos de producción de todas las mercancías, de las más sencillas a las más complejas.
Todas estas conquistas y conocimientos son producto del trabajo del obrero colectivo definido por Marx pero de las que se APROPIA el capitalismo: "La acumulación de la Ciencia, de la habilidad, y del conjunto de las Fuerzas Productivas del Cerebro Social viene así absorbido en el Capital en detrimento del Trabajo, y se aparece, se presenta pues como una Propiedad del Capital y más específicamente del Capital Fijo, en la medida en que éste entra en el Proceso de Producción como un verdadero Medio de Producción." (Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, K. Marx, 1857).
Mientras el Capital se adueña de las Fuerzas Productivas del Cerebro Social, el cerebro de la clase obrera está condenado a aletargar multitud de conexiones neuronales por estar obligado a concentrarse solamente en una o varias tareas monótonas y repetitivas además de la mala alimentación y la intoxicación a través de la televisión, el alcohol y demás drogas: “¿cuántas facultades y sentimientos humanos ha podido conservar en treinta años? Igual ocurre con la introducción del vapor y las máquinas. Ello facilita la actividad del obrero, le ahorra esfuerzo muscular, y el trabajo mismo resulta insignificante pero supremamente monótono. Este no le ofrece ninguna posibilidad de actividad intelectual, y sin embargo acapara su atención hasta el punto en que, para cumplir bien su tarea, el obrero no debe pensar en ninguna otra cosa. Y el ser condenado a semejante trabajo, un trabajo que acapara todo el tiempo disponible del obrero, dejándole apenas tiempo para comer y dormir, no permitiéndole siquiera mover su cuerpo al aire libre, disfrutar de la naturaleza, para no hablar de la actividad intelectual, ¿podría eso no reducir al hombre al nivel del animal?” (La situación de la clase obrera en Inglaterra, F. Engels, 1844).
Y la mutilación derivada de la división del trabajo se reproduce en todas las capas de la sociedad capitalista, incluyendo aquellos que viven de explotar trabajo ajeno: “Y no son sólo los obreros, sino también las clases directa o indirectamente explotadoras de los obreros las que se ven, merced a la división del trabajo, esclavizadas por los instrumentos de su actividad; así el burgués, espiritualmente vacío, por su propio capital y su propia codicia de ganancia, el jurista, por sus fosilizados conceptos jurídicos, que le gobiernan como una potencia independiente, y las “clases cultas” en general, por un sin número de prejuicios y de necios localismos, por su propia miopía física y mental, por la mutilación de su educación cortada a la medida de una especialidad, y por su encadenamiento de por vida a esta especialidad, aunque ella sea puramente el no hacer nada.” (Anti-Dühring, Capítulo III, Producción, F. Engels, 1877). El capitalismo condena además a amplios sectores de la clase obrera arrojados a la especialidad de la inactividad forzosa por su situación de desempleo o por no ser aptos para la explotación (niños y ancianos).
Desde su nacimiento, cuando los criadores de ganado se separaron de los simples cazadores y pescadores, pasando por la separación de los oficios y la agricultura hasta el nacimiento de la clase de los comerciantes de donde surgió la burguesía, la división social del trabajo ha cumplido una función histórica exaltando las fuerzas productivas a través del arco histórico de las sociedades divididas en clases por medio de la esclavitud de las clases dominadas. El desarrollo del capitalismo ha verificado que las fuerzas productivas están archimaduras para romper el actual marco de las relaciones de producción y acabar con la base misma de la división de la sociedad en clases sociales: la división del trabajo.
El capitalismo no puede sobrevivir sino a costa de destruir cíclicamente las fuerzas productivas ya creadas para superar las crisis de sobreproducción relativa de capitales y mitigar la caída tendencial de la tasa de ganancia reiniciando el ciclo de producción capitalista. Es por tanto un sistema caduco. Pero al mismo tiempo, la industria capitalista ha creado las bases materiales para que sea posible una reducción drástica de la jornada de trabajo y que todos los miembros de la sociedad dispongan del tiempo y de los medios para formarse (sin carrerismos y de un modo bien distinto a cómo se realiza la formación en el capitalismo) en campos hasta ahora reservados a una minoría con el único fin de justificar sus privilegios.
En el capitalismo, la automatización elimina la especialización vinculada al idiotismo del oficio pero a costa de vaciar completamente el desarrollo del productor, reduciéndole a apéndice de la máquina: “Lo que caracteriza a la división del trabajo en el seno de la sociedad moderna es que engendra las especialidades y con ellas el idiotismo de oficio. (…) Lo que caracteriza a la división del trabajo en el taller automatizado, es que el trabajo pierde en él todo su carácter de especialidad. Pero desde el momento que se detiene todo desarrollo especial, empieza a dejarse sentir la necesidad de universalidad, la tendencia a un desarrollo integral del individuo. El taller automatizado suprime las especies y el idiotismo de oficio.” (Miseria de la filosofía, K. Marx, 1847).
Desde la lucha de Marx contra Lassalle quedó claro que la reivindicación de la revolución comunista no se reduce a la obtención del plusvalor por el trabajador individual y ni siquiera por la clase obrera en su conjunto, sino que tiene un alcance y profundidad mucho mayor. Arrancando los medios de producción de su calidad actual de capital, la revolución comunista eliminará la especialización idiotizadora y mutiladora del obrero, pero sustituyéndola no por un degradador vacío sino por un desarrollo continuo y omnicomprensivo de sus facultades y habilidades: “En la sociedad comunista... donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda cazar por la mañana, pescar por la tarde, y apacentar el ganado al anochecer, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar sin necesidad de ser exclusivamente, cazador, pescador, pastor o crítico.” (La ideología alemana, K. Marx, 1845).
Para que esto sea posible, la clase obrera, dirigida por su Partido revolucionario, tiene que arrancar de las fauces del capital todas estas conquistas, derrocando por la violencia a la burguesía, destruyendo hasta los cimientos su Estado de clase, tomando en sus manos los medios de producción, e instaurando transitoriamente la dictadura revolucionaria del proletariado. Y, que se lleven las manos a la cabeza los pequeños burgueses e intelectualillos adocenados: el primer paso que dará la dictadura del proletariado no será sólo quemar sus títulos, sino repartir las tareas más penosas entre todos los miembros de la sociedad.
De este modo, con la reducción drástica de jornada que esta distribución implicará, se sentarán las bases para que todos los miembros de la sociedad dispongan del tiempo y las energías para que puedan desplegar al máximo las capacidades de sus organismos individuales, de sus músculos y sus cerebros, como órganos que trabajarán voluntariamente al unísono para conseguir un objetivo común: el nacimiento del organismo colectivo que les reúna a todos ellos, la futura Sociedad Comunista, el Hombre Social, la Sociedad de Especie: sin trabajo asalariado, sin dinero, sin clases sociales y sin Estado y en la que “En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.” (Manifiesto del Partido Comunista, K. Marx y F. Engels, 1848).
PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONAL – “EL COMUNISTA” – www.pcielcomunista.org - enero 2025